“Cuanto más numerosas son las evidencias que hemos acumulado procedentes de cada vez más sociedades, crece nuestra seguridad de la certeza de esta afirmación: al omitir el género en cualquier explicación sobre el origen de la militarización nos arriesgamos no solamente a un análisis erróneo. Nos arriesgamos también a fracasar perpetuamente en nuestras campañas para disminuir esta militarización.”

Cynthia Enloe

La noviolencia trata de cómo acabar con la violencia, da igual si esta violencia se comete a gran escala o a pequeña escala, a nivel privado o estructural. El tema de la noviolencia es cómo enfrentarse a estructuras jerárquicas basadas en valores de dominación y control, y también cómo hacer frente tanto a la injusticia como a las estructuras opresivas, las instituciones y autoridades que las mantienen.

Para los movimientos que trabajan por la paz y la justicia y que hacen frente a la opresión y la injusticia en nuestra sociedad, es muy importante cuestionar y enfrentarse a las estructuras de poder que perpetúan las mismas injusticias dentro de nuestros movimientos. Los grupos en los que las mujeres, las personas queer y/o las transexuales —o cualquier otra persona— se sienten excluidas, no escuchadas o no tomadas en serio, demuestran una dramática falta de coherencia. Trabajar activamente por hacer que nuestros movimientos sean inclusivos, amplios y diversos no sólo conduce a movimientos más grandes, sino que también deja sitio para más perspectivas y experiencias, y aumenta la creatividad y efectividad de nuestro trabajo contra la injusticia. Para formar comunidades seguras y sostenibles, y culturas que promuevan la paz y la justicia, tenemos que abordar todos los problemas de violencia estructural, cultural y directa estén donde estén, y tengan la forma que tengan.

La perspectiva de género nos ayuda a asegurarnos de que no estamos perpetuando en nuestras acciones y campañas noviolentas las mismas injusticias que intentamos detener.

En esta sección, incluiremos conceptos que nos ayuden a incorporar la perspectiva de género en nuestros entrenamientos, acciones y campañas.

Qué es el género y cómo nos afecta

El género es una construcción social de ideas que nos asignan determinados roles, actitudes, imágenes y comportamientos según el sexo que nos atribuyeron en el nacimiento y la identidad de género con la que nos identificamos y nos identifica la sociedad.

”Hombre” y “mujer” son construidos como —y se asume que son— posiciones binarias, es decir, opuestos mutuamente interdependientes y que se atraen el uno al otro. Las ideas sobre el comportamiento de los hombres y las mujeres, sobre las masculinidades y las feminidades, interactúan y cambian según otras categorías sociales como raza, edad, discapacidad, clase, orientación sexual, etnicidad y creencias religiosas, y también varían en el espacio y en el tiempo, pero nos afectan e nos influyen a todo el mundo durante toda nuestra vida. El mundo que nos rodea espera que seamos y nos enseña a ser chicos/hombres o chicas/mujeres, con diferentes estándares de comportamiento para estas dos categorías. A través de estas expectativas aprendemos a comportarnos, sentir y pensar para pasar por hombre o mujer.

El género no es algo que somos, es algo que hacemos. Estamos permanentemente (re)construyendo el género; el nuestro propio y también el de otras personas. Por tanto, más que posiciones fijas y opuestas, deberíamos entender el género como algo que existe dentro de una constelación, como identidades y expresiones que existen por sí mismas y en racimos, que son constantemente reformadas y reagrupadas por nosotras y las sociedades en que vivimos. Esto significa que existen muchas posibilidades de cambiar cómo entendemos el género y de dejar espacio para todas las variedades de género que existen, espacio que es necesario en una sociedad justa y en paz.

Las suposiciones que se hacen sobre nosotras y nosotros y lo que se espera que hagamos en base a nuestra identidad de género (percibida) condicionan nuestras elecciones y posibilidades en todo tipo de formas. Las construcciones sociales sobre el género contribuyen fuertemente a las relaciones de poder entre individuos y también entre grupos de personas.

Qué relación existe entre el género y el poder y la justicia

La construcción social del género nos enseña a contemplar el mundo y pensarlo dicotómicamente, y a asociar estas dicotomías o bien con la masculinidad o con la feminidad; actividad y pasividad, racionalidad y emoción, fuerza y debilidad, control y desorganización. El patriarcado nos enseña a valorar las categorías asociadas con la masculinidad por encima de las categoría asociadas con la feminidad, y —usando la misma lógica— a valorar las vidas de quienes tienen asignado el género masculino por encima de quienes tienen asignado el género femenino. El poder y los recursos también se reparten desigualmente según esta lógica. Por ejemplo, se puede ver esto en cómo se valoran los diferentes tipos de trabajo y quién se espera que los realice, de quiénes son las experiencias e historias que son escuchadas y creídas, y a quiénes se les da el papel de líderes de la familia, la comunidad o la sociedad.

Por consiguiente, la identidad de género que se nos asigna y en la que nos convertimos y nos convierte la sociedad, nos proporciona diferentes cantidades de poder sobre nuestras vidas y las decisiones que las afectan. Nuestro acceso al poder y los privilegios también depende fuertemente de otras categorías sociales (como la raza, la clase y la edad, entre otras), lo cual quiere decir que una persona consigue ventajas y desventajas del privilegio de género de formas muy distintas.

A la vez, las personas que no cumplen las expectativas del género que se les ha asignado son castigadas, en privado, en público o de ambas formas. Las personas que se comportan de manera distinta a la esperada dada su identidad de género asignada, y también las personas que no están de acuerdo con la identidad de género que el estado les ha asignado, se enfrentan a una amplia gama de violencia directa, estructural y cultural.

Por qué es importante la perspectiva de género en nuestro trabajo

La violencia adopta muchas y variadas formas. Puede manifestarse como daño físico entre dos personas, como control psicológico de una pareja durante muchos años, como accidentes laborales debido a un trabajo monótono y agotador, como enfermedades crónicas y una esperanza de vida más corta debido al vivir en zonas contaminadas, o como violencia a gran escala contra poblaciones enteras en tiempos de guerra. En todos los casos, la violencia se hace posible por la existencia de relaciones de poder desiguales (de las que el género es una más). Las relaciones de poder dependen de la violencia, entre otros castigos, para su reproducción. Con un prisma de género podemos entender cómo se constituyen mutuamente la violencia y las relaciones de poder (de género) en todas las esferas de la vida social, y cómo las distintas formas de violencia están condicionadas por el género. Esto nos da una nueva percepción de nuestro trabajo por la paz y la justicia.

Un ejemplo de ello es la forma en que usamos la tecnología. La idea de “tener el control” (de la vida propia, del mundo), está íntimamente relacionada con determinadas masculinidades, y fomenta la creencia no sólo de que la tecnología puede ser controlada (como la energía nuclear, o los organismos modificados genéticamente), sino también que la tecnología puede resolver casi todos los problemas. Al mismo tiempo, la propia tecnología y las consecuencias de su utilización tienen un impacto muy diferente en nuestras vidas dependiendo de nuestro género.

Crear la paz es construir una sociedad en la que todo el mundo se pueda sentir seguro y tener un sentimiento de afinidad, así que la paz está íntimamente conectada con la lucha contra las estructuras de poder y normas que nos limitan, marginan y oprimen. Aunque el patriarcado y otras estructuras de poder nos imponen límites a todo el mundo, es importante darse cuenta cómo estas estructuras valoran algunas vidas y cuerpos por encima de otros y nos oprimen de distintas formas.

Para los movimientos que trabajan para acabar con la violencia es crucial entender el espectro completo de la violencia en nuestras sociedades, las variadas formas que adopta y cómo nos afecta de distintas maneras según nuestras posiciones. El trabajo con perspectiva de género para cambiarnos al mismo tiempo que cambiamos las dinámicas (de poder) dentro de nuestras organizaciones, es una importante transformación personal y organizativa que, en sí misma, actúa para disminuir la violencia estructural en nuestras sociedades.