A continuación los siete principios entrelazados de la noviolencia activa que explican por qué funciona la noviolencia.

La noviolencia activa significa elegir medios que sean coherentes con nuestros fines.

Si nos enfrentamos a la violencia empleando violencia no estamos haciendo otra cosa que aumentar la suma total de violencia. Hasta cuando la violencia parece tener “éxito” a corto plazo, a menudo conduce a la venganza y la violencia de respuesta a largo plazo, perpetuando así el antiguo “ciclo de la violencia”.

La noviolencia activa distingue entre el acto y el actor.

Resistir la tentación de deshumanizar a nuestros adversarios evita crearse enemigos innecesarios. Cuanto más respeto mostremos por otras personas como seres humanos —incluso cuando expresemos nuestra vehemente oposición a lo que hacen— más probable es que cambien su conducta o incluso se unan a nuestra acción. Un ejemplo de ello son las personas con información privilegiada que deciden filtrarla a la opinión pública.

La noviolencia activa persigue soluciones inclusivas.

Este principio no quiere decir hacer concesiones a la injusticia, la explotación o la violencia, sino simplemente tener en cuenta las legítimas necesidades de nuestros adversarios, intentando encontrar formas de admitirlas sin renunciar a nuestras igualmente legítimas necesidades u objetivos propios o de otras personas.

La noviolencia activa rechaza tanto la represalia como la huida.

Negarse a huir o a combatir —las respuestas esperadas al conflicto o la violencia— puede hacer que nuestro adversario vuelva a valorar la situación y reconsidere sus opciones. Mantener nuestro terreno sin responder con violencia a la violencia ni dar marcha atrás, es la “tercera vía” de la noviolencia activa.

La noviolencia activa escoge la franqueza, la transparencia y la veracidad.

Este principio no es un absoluto. A veces puede ser necesario el secreto para poner a salvo las vidas de otras personas. Sin embargo, en la mayoría de las situaciones, la ocultación y la mentira no sólo son innecesarias, sino que probablemente producen consecuencias contraproducentes para nuestras organizaciones, nuestra labor y nuestras relaciones.

La noviolencia activa transforma nuestra ira, en vez de que ésta nos transforme.

Sentir una “justa indignación” frente a la violencia, la injusticia, la explotación, la brutalidad y la indiferencia no sólo es comprensible, sino además saludable. La cuestión es cómo gestionamos nuestra ira. Mediante la noviolencia se puede transformar nuestra ira en una fuerza positiva para la acción constructiva.

La noviolencia activa ejerce el poder retirando la colaboración.

La autoridad que ejercen los detentadores del poder depende de la colaboración continuada de aquellas personas sobre las cuales se ejerce esa autoridad. Cuando se retira esta colaboración —cuando la gente ejerce su propio poder negándose a colaborar— los detentadores del poder pierden la fuente de ese poder, y la gente que no tiene poder, se empodera.