El movimiento de objeción conciencia en la ultramilitarista sociedad de Corea del Sur fue resultado de la labor de solidaridad entre activistas locales y del exterior. En 2000, Karin Lee y John Feffer, que trabajaron en la oficina de American Friends Service Committee (AFSC) en Tokio, y que habían estado colaborando con muchos grupos cívicos surcoreanos, reconocieron que los movimientos contra el ejército, el militarismo, el reclutamiento forzoso y otras instituciones relacionadas en Corea, no eran muy activos. En julio del mismo año, Taiwán introdujo un sistema de servicio militar alternativo. Cuando Karin y John se enteraron de esto, pensaron que ya era hora de que en Corea del Sur se empezara a hablar de estos temas más amplia y abiertamente, ya que las circunstancias en Taiwán y en Corea del Sur eran bastante parecidas en lo que se refería al servicio militar obligatorio, crecimiento económico y situación geográfica. Mientras buscaban una organización con la que trabajar, conocieron a Sangyeul Sohn y a mí, que éramos activistas en Solidaridad para la Paz y los Derechos Humanos (SPR) en aquel entonces.

Poco después, se formó un grupo de trabajo dentro de SPR, cuyos miembros empezaron a traducir y estudiar materiales escritos en otros idiomas relativos al ejército y la conscripción. Por entonces, en Corea ni siquiera existía el concepto de objeción de conciencia al servicio militar, y apenas había materiales disponibles en coreano. Naturalmente, el equipo de trabajo de SPR tuvo que hacer frente a algunos desafíos al principio, pero siguió investigando las violaciones de derechos humanos padecidas por Testigos de Jehová —que eran en aquel momento los únicos objetores de conciencia— así como otras cuestiones del sistema de conscripción en Corea.

En consecuencia, en marzo de 2001, SPR y otras organizaciones civiles de Corea celebraron, con el apoyo de AFSC, un seminario semipúblico para hablar de los problemas del sistema de conscripción y buscar alternativas a éste. Un grupo de alrededor de 50 activistas y personas del mundo de la investigación que se habían interesado en el tema, junto a activistas de Taiwán y Colombia, participaron en un intercambio de experiencias. Allí compartimos lo que habíamos investigado y las dificultades que habíamos encontrado, y planeamos algunas estrategias. Durante este periodo, nuestra estrategia era mantener a la gente informada sobre la justificación demostrable de la objeción de conciencia al servicio militar, por lo que escribimos artículos y organizamos varios tipos de talleres. A pesar del enfoque radical, el tema impresionó a mucha gente al enterarse de la represión y penalidades que habían padecido los Testigos de Jehová durante 60 años.

En julio del mismo año, visitamos Taiwán para aprender más cosas sobre su alternativa al servicio militar y, más o menos a la vez, empezamos nuestra relación con la Internacional de Resistentes a la Guerra. Queríamos desarrollar nuestro trabajo y aprender más sobre la objeción de conciencia como movimiento por la paz. Asistimos al seminario anual de la IRG en Turquía, en septiembre 2001. Después del seminario, pudimos fortalecer nuestra conexión con la IRG. Posteriormente, Andreas Speck, que coordinaba el programa “Derecho a Negarse a Matar” de la IRG, visitó Corea en 2002 y nos contó cómo la comunidad internacional podía apoyar al movimiento en Corea, un recién llegado para el movimiento internacional de objeción de conciencia. Como consecuencia de ello, en marzo de 2003 se celebró en Corea una conferencia internacional centrada en la objeción de conciencia, y dos activistas de Corea asistieron a otro seminario de la IRG en Israel en mayo de 2003. Además, un activista coreano hizo prácticas en la oficina de la IRG en Londres. Todas estas actividades recibieron el apoyo del AFSC y la IRG.

Antes de 2003, aunque la objeción de conciencia era un tema candente en la sociedad coreana, se hablaba de él únicamente desde una perspectiva de derechos humanos. El debate se centraba exclusivamente en establecer una alternativa al servicio militar obligatorio, de manera que esto supusiera un alivio para el objetor de conciencia individual. Los objetores de conciencia eran vistos entonces como víctimas pasivas, mientras que las mujeres activistas eran vistas como partidarias que daban su apoyo, sollozando para ganarse la simpatía de la sociedad. Por ello, las personas que teníamos un punto de vista crítico respecto a estas visiones binarias y queríamos reorganizar el movimiento en forma de campaña de desobediencia civil lanzamos Mundo Sin Guerras durante este periodo. La solidaridad internacional nos ayudó a anticiparnos a lo que podría pasar y a imaginar posibles estrategias para dar el siguiente paso. Por un lado, fue sorprendente que la mayoría de movimientos de objeción de conciencia en otras áreas geográficas se tropezaran con problemas similares en determinadas etapas del movimiento, pero curiosamente, por otro lado, el hecho de que tuviéramos en común estas críticas y desafíos al mismo tiempo nos consoló un poco.

En el verano de 2004, invitamos a venir a Corea al trabajador de la IRG, Andreas Speck para nuestro primer entrenamiento de noviolencia y, 10 años después, ahora tenemos nuestro propio equipo coreano de entrenamiento. Además, asistimos a la conferencia trienal de la IRG en Alemania en 2006, de donde volvimos con la motivación necesaria para luchar contra las empresas que se lucran gracias a la guerra. Un año después, lanzamos una nueva campaña, Arma Cero, para vigilar el comercio de armas y la industria de municiones coreana, y para centrarnos en la cuestión de los especuladores de guerra. Actualmente, nuestras actividades centrales son hacer llamamientos para la prohibición de las armas de fragmentación, nuestra campaña contra la Feria Aeroespacial y de Defensa (ADEX), y el bloqueo a las exportaciones de gases lacrimógenos a Bahréin.

Nuestra experiencia demuestra la importancia de la solidaridad internacional y su poder. Si no hubiéramos recibido la ayuda del AFSC y la IRG, sobre todo en los inicios del movimiento, no hay manera de saber qué habría sido de nuestro movimiento hoy. La situación en cada país y en cada fase o periodo puede diferir, por supuesto, pero la experiencia y los conocimientos de la gente y los grupos que han caminado a nuestro lado hasta ahora, ha sido una útil guía para principiantes, que es lo que somos. Su ayuda nos ha permitido anticiparnos a los desafíos que nos esperaban en el camino y nos ha capacitado para llevar a cabo nuestras acciones cuidadosamente y con un sentido estratégico.