Autor
Janet Cherry

La breve reflexión que sigue a continuación está extraída de mi propia experiencia como activista en el movimiento de liberación nacional sudafricano en los años 80, y posteriormente como entrenadora en noviolencia estratégica en otras luchas durante la última década. Aunque la mayoría de los ejemplos que se mencionan, están sacados de la experiencia del activismo contra el régimen del apartheid, escribo esto con la esperanza de que será útil para activistas en otros contextos.

La naturaleza de los regímenes autoritarios

Nuestra experiencia como activistas en la lucha anti apartheid en Sudáfrica consistió en construir un movimiento de masas en el contexto de un régimen autoritario y represor. El estado del apartheid fue brutal pero al mismo tiempo contenido: era una democracia racialmente excluyente, funcionando como un estado de derecho. Las leyes se cambiaban de vez en cuando, obviamente, para contener la creciente resistencia mediante legislación de excepción y estados de emergencia, y los tribunales no evitaron la tortura y las muertes bajo custodia. El coste de la resistencia fue a veces muy alto. Pero a la vez, también hubo espacio en el que operar para construir organizaciones de base que se convirtieron en un movimiento noviolento de masas, para elaborar estrategias y ensayar una gran variedad de tácticas, y finalmente, para crear una contrapoder al estado del apartheid. A todo esto le llamamos “poder popular” en Sudáfrica, pero no es muy diferente de otros muchos movimientos prodemocráticos y populares que han surgido en regímenes represivos por todo el mundo durante las últimas cuatro décadas.

Una de las herramientas más útiles que aprendí posteriormente de otros países fue llevar a cabo un “análisis previo de costes-beneficios” de cualquier táctica que se proponga. Trabajar bajo regímenes represivos normalmente —aunque no siempre— implica adoptar tácticas que supongan un coste bajo para nuestro movimiento, pero que tengan un alto coste para el oponente. A veces el movimiento asume riesgos y pone a sus miembros, literalmente, en la línea de fuego. Si se hace esto, debería ser tras una reflexión muy cuidadosa sobre los riesgos éticos, así como sobre si los beneficios de tal acción superarán a los costes.

Estrategias y tácticas

Cómo conseguir involucrar a las masas

Construir resistencia en el contexto de regímenes represivos, donde los movimientos o los partidos de la oposición están prohibidos, son ilegales o están fuertemente constreñidos, siempre es complicado al principio. Los líderes de alto nivel son fácilmente “eliminados” o “metidos en la nevera” por el régimen. Un método efectivo utilizado en Sudáfrica después de las prohibiciones de los 60 y los 70, fue la formación de organizaciones de base muy localizadas. Estas organizaciones —asociaciones cívicas o de residentes, grupos de mujeres, estudiantes, jóvenes o eclesiásticos— se formaron alrededor de temas muy locales de relevancia directa para las personas representadas, y consiguieron disputar y conseguir pequeñas victorias usando los principios organizativos del manual “Organizar al Pueblo para el Poder” de Filipinas.

En el momento en que estas organizaciones se fusionaron en un movimiento de masas bajo el paraguas del Frente Democrático Unido (UDF) en 1983, ya eran capaces de movilizar a cientos de miles de personas en acciones de masas. Algunos primeros ejemplos de gran éxito fueron las “abstenciones” laborales, en las que los trabajadores y trabajadoras organizadas aunaban esfuerzos con asociaciones de residentes para “paralizar” la economía durante un día o más. Esto demostraba la creciente legitimidad del movimiento y era casi imposible de controlar. Si todas las personas residentes en una localidad simplemente se quedaban en casa, no era posible detenerlas por hacer eso.

Actuar creativamente: abstención económica de bajo riesgo

Análogamente, los boicots de consumo demostraron ser extremadamente difíciles de reprimir por la policía. El boicot de consumo de 1985 fue un ejemplo de abstención de participar en la economía local. En la Sudáfrica del apartheid, la economía local estaba en manos de hombres de negocios blancos, pero dependía de los consumidores negros. Como dijo el líder del boicot Mkhuseli Jack, “con nuestro poder de compra derribaremos este gobierno”. Como las mujeres de mediana edad controlaban el presupuesto doméstico, podían simplemente retirarse de la economía formal y no “comprar en el pueblo”. Esto dependía de la coordinación con hombres de negocios negros, formando fuentes de suministros alternativas durante el periodo de boicot. El boicot obligó a la Cámara de Comercio (blanca) local a negociar con los líderes del UDF, y, a su vez, presionar a los gobiernos local y nacional con respecto a ciertas reivindicaciones.

Los boicots de consumo tomaron muchas formas en el movimiento anti apartheid. En Sudáfrica hubo boicots selectivos de determinados productos en apoyo de huelgas: el boicot a Fattis and Monis (pasta) de 1979, el boicot a la carne roja de 1980, y el boicot a Wilson Rowntree de 1981, son tres ejemplos, todos ellos en apoyo de los nuevos sindicatos negros independientes. Otra forma de abstención económica fue el “Black Weekend”, en el que las personas residentes en las localidades dejaban de comprar productos durante tres días, a la vez que se realizaba una huelga, retirando de esta manera de la economía “blanca” tanto el poder del consumo como el del trabajo. También hubo unas “Black Christmas”, en las que consumidores y consumidoras negras no compraron antes de Navidad, ejerciendo una presión masiva sobre el sector minorista.

Crear estructuras locales de bajo riesgo

La coordinación de estas campañas se hizo mediante comités locales de residentes en cada área residencial o sección de los suburbios negros. La más sofisticada de estas estructuras estableció un comité en cada calle. Representantes de calle rendían cuentas a un comité de área, que a su vez rendía cuentas a un foro semiclandestino. También había organizaciones de masas de estudiantes, jóvenes y mujeres, y también sindicatos, que coordinaban estas campañas a través de la red de la UDF.

Crear capas de liderazgo

El régimen de apartheid hizo frente a la resistencia de masas declarando estados de emergencia y usando los poderes de emergencia para encarcelar activistas sin juicio previo. Esto se llamaba a veces “detención cautelar” y ponía a activistas “en la nevera”. La respuesta fue asegurar la existencia de capas de liderazgo —y que el movimiento de masas no tuviera un exceso de cúpula. La descentralización del liderazgo (comités locales o foros de coordinación) y las estructuras de base (comités de calle que rinden cuentas a comités de área) fueron maneras de mantener el impulso en campañas de larga duración bajo el estado de emergencia. Las campañas descritas (boicots de consumo, campañas contra las Autoridades Locales Negras (BLA), y otras muchas que incluyen los boicots escolares y las campañas de educación popular) se llevaron a cabo de esta forma.

Poner en evidencia a las fuerzas de seguridad

Para trabajar en el contexto de un régimen sistemáticamente represivo y que usa rutinariamente las torturas, las palizas y la detención sin juicio, es esencial tener grupos activistas de derechos humanos en alianza o dentro de nuestras organizaciones que vigilen, documenten y emprendan acciones para desenmascarar y poner en evidencia a las fuerzas de seguridad. Esto las deslegitima entre la ciudadanía del país, y también internacionalmente.

Esto se hizo con mucho éxito en Egipto mediante el sitio web/blog “Tortura en Egipto” (ver http://www.tortureinegypt.net) en los años previos a la Primavera Árabe y los sucesos de febrero de 2011. Hace unos seis años, la terrible paliza propinada en la calle a mujeres activistas por parte de la policía de Zimbabue fue filmada por un grupo de derechos humanos eclesiástico y ampliamente distribuida internacionalmente, desacreditando a las fuerzas de seguridad de Mugabe. Mucho antes del advenimiento de internet y el acceso fácil al vídeo, en Sudáfrica, se usaban las canciones, la poesía e incluso el humor para documentar y desenmascarar las acciones de la policía de seguridad.

Debilitar a las fuerzas de seguridad

En países donde hay ejército de conscripción, tenemos una posibilidad de debilitar la moral de las fuerzas de seguridad, ya que muchos jóvenes no quieren ir al ejército. Allí donde el ejército está altamente politizado y sostiene un régimen represivo, tenemos todavía más oportunidades de crear divisiones dentro de las fuerzas de seguridad y erosionar su legitimidad. En Sudáfrica, donde sólo había conscripción para los hombres blancos, era importante dejar claro a estos jóvenes que estaban siendo utilizados por el régimen del apartheid para sostener un sistema ilegítimo. La estrategia en este caso fue formar campañas “de tema único” alrededor de la reivindicación de poner fin al reclutamiento forzoso basado en la raza: la Campaña por el Fin de la Conscripción (ECC). En esta campaña, echamos mano del ejemplo del movimiento contra la guerra de Vietnam en EEUU, trazando paralelismos entre Angola y Vietnam, y al intensificarse el conflicto dentro de Sudáfrica, cuestionando por qué una sección de la juventud estaba siendo usada para aplastar a sus iguales en los suburbios.

Detenido

(Christopher van Wyk)

Se cayó desde la novena planta
Se ahorcó
Se resbaló con un trozo de jabón cuando se lavaba
Se ahorcó
Se resbaló con un trozo de jabón cuando se lavaba
Se cayó desde la novena planta
Se ahorcó mientras se lavaba
Se resbaló desde la novena planta
Se ahorcó desde la novena planta
Se resbaló en la novena planta cuando se lavaba
Se cayó desde un trozo de jabón cuando se resbalaba
Se ahorcó desde la novena planta
Se lavó desde la novena planta cuando se resbalaba
Se ahorcó desde un trozo de jabón cuando se lavaba.

Subir las apuestas: cómo usar los funerales para la movilización y aumentar los costes de la represión

Activistas que se movilizaron con éxito contra el presidente Milosevic en Serbia en 2000, comparten sus experiencias de construcción de un movimiento creando espacio mediante manifestaciones públicas y ocupaciones de la calle. En estas acciones, las mujeres jóvenes iban deliberadamente al frente de las manifestaciones, directamente enfrente de los miembros de las fuerzas de seguridad, que eran normalmente hombres jóvenes. En el supuesto de que estas mujeres fueran golpeadas o heridas por las fuerzas de seguridad, se maximizaría la cobertura mediática de estos incidentes, demostrando así la brutalidad de las fuerzas de seguridad al usar la violencia contra mujeres jóvenes pacíficas e inofensivas. Las acciones de las fuerzas de seguridad se volvieron en su contra, los costes para éstas fueron mucho más altos que para los y las activistas que recibieron heridas, ya que quedaron desacreditadas ante la opinión pública.

Análogamente, en Sudáfrica hubo momentos en los que se usaron la raza y el género para poner en un dilema a las fuerzas de seguridad. Mujeres blancas de mediana edad y de clase media, las respetables ciudadanas de Black Sash (una organización femenina de derechos humanos) se ponían en primera línea en un funeral por las “víctimas de la agitación” en los suburbios de Port Elizabeth, en medio de las revueltas de los suburbios a mediados de 1986. Mujeres de los suburbios, coordinadas por las organizaciones de mujeres de Port Elizabeth, tomaron el control de este funeral para romper la espiral de violencia, ya que por entonces los jóvenes militantes se enfrentaban cada fin de semana a unas fuerzas de seguridad brutales. El uso de fuerza excesiva por parte de la policía de seguridad para dispersar las manifestaciones causó la muerte de más manifestantes, lo cual a su vez aumentó la indignación, ataques contra la policía, y de nuevo otro funeral. En el caso del “funeral de mujeres” hubo un esfuerzo deliberado no sólo para demostrar que las mujeres podían proteger a sus hijos e hijas, y a sus comunidades, y cambiar el patrón de violencia. Además, la presencia de mujeres blancas respetables consiguió que las fuerzas de seguridad fueran reacias a utilizar la fuerza letal para dispersar la manifestación. Sí que dispersaron la procesión del funeral (que era una manifestación) usando gases lacrimógenos, pero nadie resultó herido.

“Hacer ingobernables los suburbios”

Lo que en Sudáfrica ahora se conoce ampliamente como “ingobernabilidad” supuso la retirada del apoyo a instituciones que se consideraban parte del régimen de apartheid. El primer ejemplo fue la campaña contra el Parlamento Tricameral y las Autoridades Locales Negras (BLA), establecidos en 1983 como “reformas” del sistema de apartheid. La estrategia y la dirección de la campaña la llevó la UDF, pero incluyó un amplio abanico de tácticas diseñadas e implementadas a nivel local. Entre estas tácticas se encontraba el boicot a las elecciones nacionales, boicots locales de los negocios de los concejales, la exclusión social de los concejales, y la interrupción de los mítines de campaña de los concejales apagando las luces y haciendo ruido, después de lo cual, muchos concejales dimitieron públicamente.

Hacer impracticable el apartheid: retirar el consentimiento

Después de que los concejales eran elegidos (o nombrados si las elecciones no fueron cuestionadas o perturbadas), hubo campañas que consistían en retirar el consentimiento de colaboración con estas autoridades municipales ilegítimas, incluyendo la negativa a pagar los cargos por alquiler y por servicio, y el rechazo a permitir el acceso a los vehículos municipales de reparación eléctrica (a menos que negociaran el acceso a través de los comités de la UDF y el liderazgo civil). Esto vació de ingresos a las BLA y las hizo incapaces de cumplir su función de proporcionar servicios a las personas residentes en los suburbios, negándoles así toda legitimidad a ojos de la mayoría de las personas residentes.

Crear espacio para acuerdos locales

Si los regímenes son capaces de ejercer una opresión cuidadosamente selectiva, usando el control de los medios de comunicación y propaganda sofisticada para desacreditar al movimiento, los grupos activistas tienen que usar métodos igualmente sofisticados de crear espacio para construir su propia legitimidad y desacreditar al régimen. Una de las formas en que la UDF hizo esto, fue “dividiendo a la clase dominante” mediante la cooperación con grupos determinados dentro del grupo gobernante blanco. La negociación con la Cámara de Comercio de Port Elizabeth (PECC) fue un ejemplo de ello. El líder del boicot de consumo, Mkhuseli Jack, fue puesto en libertad gracias a la presión de los líderes de la PECC, que necesitaba alguien con quien negociar.

En la pequeña localidad de Port Alfred, en plena revuelta en el suburbio, las personas residentes y las asociaciones de mujeres habían tomado el control del suburbio. Sin embargo, había un peligroso violador fugado, contra el que la policía no estaba haciendo nada. Las mujeres del suburbio, que eran principalmente empleadas como trabajadoras domésticas por las personas residentes blancas de la localidad, se negaron a trabajar creando así una incomodidad enorme para las mujeres blancas. Las mujeres del suburbio apelaron entonces a las personas que las empleaban, y a su vez, las mujeres blancas intercedieron con la policía local insistiendo en que el hombre acusado de violación fuera detenido.

Deslegitimar al adversario y crear contrapoder

El resultado de las campañas combinadas contra las BLA fue la dimisión de la mayoría de los ayuntamientos en El Cabo oriental y en otros suburbios bien organizados por todo el país. Sin autoridades locales en los suburbios negros, los barrios lucharon para gobernar efectivamente. En algunos casos, se dirigieron al movimiento, dialogando con el liderazgo de las organizaciones cívicas como la representación legítima de las personas negras residentes en la ciudad. En Port Elizabeth, esto condujo a que el liderazgo cívico negociara la implementación de las conexiones eléctricas en las casas del suburbio. Más tarde esto condujo al primer ayuntamiento no racial en Sudáfrica.

Tomar el control de los espacios públicos

Hacia el final de esta lucha, el movimiento en Port Elizabeth decidió marchar desde los suburbios y hacer suyo el centro de la ciudad, ocupando la Plaza del Mercado frente al edificio del ayuntamiento y rebautizándola con el nombre de un mártir local. Esta acción simbólica, que fue totalmente noviolenta, dio relieve a la simple reivindicación de “una ciudad, un solo barrio”, y el final de la división racial de la ciudad.

Levantar la prohibición sobre el movimiento

El régimen de apartheid había usado la legislación para prohibir organizaciones desde 1950, cuando el Partido Comunista de Sudáfrica fue proscrito. Ser una organización prohibida significaba que sus miembros y sus actividades eran ilegales, y por tanto, criminalizadas. Los principales movimientos de liberación, el ANC y el Congreso Panafricanista (PAC), fueron prohibidos en 1960. Por ello hubo la necesidad de revivir el movimiento de liberación bajo un disfraz distinto, teniendo cuidado de evitar la criminalización en el principio de la movilización de masas. Una vez que el movimiento de masas ganó impulso, fue posible desafiar la prohibición que pesaba sobre el movimiento de liberación. Empezando con los grandes funerales de 1985, empezamos a desplegar públicamente las banderas del movimiento de liberación proscrito, el ANC, al igual que las del Partido Comunista. Incluso allí donde los documentos o las publicaciones formales del movimiento prohibido supondrían detenciones, se usaban canciones y discursos para transmitir mensajes y construirla identidad del movimiento.

Con el avance de la lucha, las organizaciones que formamos —la UDF y el ECC entre ellas—fueron prohibidas, y el liderazgo clave de éstas fue también prohibido o restringido. Durante el estado de emergencia de 1986, un cuarto de las personas activistas de la ECC acabaron en prisión, y la organización fue prohibida en 1988. Richard Steele señaló que “al principio sufrieron un shock y una depresión debido a la opresión. Cuando se recuperaron, decidieron dar un paso atrás y cultivar sus raíces”. Tras años de terrible opresión, quienes habían sufrido prohibición y restricciones empezaron a desafiar las órdenes de prohibición, y en 1989 declararon que se había “levantado” la prohibición sobre el ECC. A finales de 1989, el régimen había perdido su voluntad de implementar restricciones y leyes de apartheid menores. Como señala Richard Steele, la gente del ECC “utilizó su fase de depresión para resucitarse a sí misma”.